Este 9 de julio conmemoramos en nuestro país el bicentenario de la Declaración de la Independencia de España por parte de los territorios que formaban el Virreinato del Río de la Plata. Hacia 1816, los numerosos conflictos internos sucedidos tras la Revolución de Mayo y el regreso al trono del rey Fernando VII, que amenazaba reponer el poder de la monarquía, apuraban una definición que llegaría con el Congreso reunido en Tucumán.

Durante meses, los diputados de Buenos Aires y de las provincias andinas, cuyanas, del noroeste y altoperuanas, que se dieron cita para debatir y acordar los lineamientos de un futuro país, finalmente pusieron fin a siglos de dominio colonial español.

Si bien es uno de los hitos fundacionales de la historia de nuestra constitución como nación soberana, es interesante recordar, a pesar de que no goza del mismo reconocimiento, el llamado “Congreso de Oriente” convocado por José de Artigas un año antes, el 29 de junio de 1815.

Aunque no han quedado documentos, ni existe unanimidad de criterios entre los historiadores, muchos consideran que en esta ocasión los representantes de las provincias del litoral proclamaron por primera vez no sólo la autonomía política de la corona española sino también de toda potencia extranjera.

Es por eso que Santa Fe no envió delegados a Tucumán. Junto a la Banda Oriental, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes y Misiones integraron la Liga de los Pueblos Libres que, de la mano del caudillo oriental, se reveló contra el centralismo porteño y defendió una organización institucional federal para las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Hoy, frente a la celebración de los 200 años de la declaración de nuestra independencia nacional, nos parece propicio rescatar estos hechos que conforman el relato y la historia de nuestra constitución como nación con el fin de reflexionar sobre los proyectos de país que se impusieron desde entonces y reivindicar la vigencia absoluta de estas ideas que propusieron revelarse ante el poder central.